
Solar de los jesuitas, junto al jardin botanico de valencia. foto: santiago carreguí
Matorral, basura, vidrio, ratas… Entre los edificios faraónicos y las instalaciones de los grandes eventos de Calatrava, bulle otra Valencia. La oculta al turista, la del día a día del ciudadano. Salpicada de huecos estériles donde lo único que sobran son ideas. Ante la falta de dinero y la desidia de las administraciones, vecinos y colectivos de profesionales y ciudadanos han hecho de la necesidad virtud para convertirse, o al menos intentarlo, en motor de una ciudad más habitable, sostenible y creativa.
Valencia acumula en torno a 400 solares de propiedad municipal y más de 5.000 privados, según la oficina de estadística del Ayuntamiento. En total, más de 6,5 millones de metros cuadrados en los que crece la vegetación de forma desordenada, se apila la basura y se acaban formando guetos que atraen problemas e inseguridad. El verano agrava la situación con el calor y los incendios. Es el caso del PAI de Benimaclet, un espacio de 260.000 metros cuadrados al norte de Valencia adjudicado en 1994 a varias promotoras para la construcción de miles de viviendas. Este inmenso “hueco”, lleno de basura, ha sufrido tres incendios en los dos últimos veranos.